Hace más o menos dos semanas, tuve el honor de recibir la invitación del SiNEM Acosta para compartir una sesión de trabajo con sus estudiantes, como parte del Campamento de Verano. El taller se llamó “Tips para el diario vivir del músico”. Siempre es muy emocionante poder hablar de mis experiencias con un grupo de estudiantes jóvenes, que están en proceso de crecimiento en todos los sentidos: musical y técnico, personal, espiritual. La adolescencia es el período en el que se siembran muchas de las cosas que darán fruto en nuestra vida adulta, y tener la oportunidad de hablar con jóvenes y brindar un poco de ayuda en su información es de las cosas más bonitas que he vivido como profesor, y es también una enorme responsabilidad.
Si bien hablamos de técnicas de estudio, de cómo ser un buen compañero, cómo usar el metrónomo, y conseguir los mejores resultados posibles, la conversación al final giró en torno a tres grandes temas, que quiero compartir con todos ustedes:
1. La imaginación y tus metas
Walt Disney alguna vez dijo: “Si puedes imaginarlo, puedes hacerlo”. La imaginación es una de las habilidades más importantes que cualquier persona debe desarrollar, y sobre todo si nos dedicamos a las ramas artísticas. Los viajes espaciales y las computadoras, e incluso los teléfonos celulares (es probable que estés leyendo esto ahora mismo desde la pantalla de uno de ellos), empezaron en la imaginación de alguien. Al adquirir dimensiones más reales, cada producto de nuestra imaginación se convierte en una meta a alcanzar.
Es muy importante, cuando tocamos un instrumento musical, el que sea, que cada detalle de las piezas a las que nos enfrentamos esté muy claro en nuestra imaginación, de manera que sepamos hacia dónde nos dirigimos, y no perdamos la dirección. Uno de mis profes en la Universidad de Indiana siempre decía: “You are the one playing the clarinet. Don’t let the clarinet play you!” En inglés, la palabra “play” tiene dos significados: puede ser jugar, o puede ser tocar un instrumento, o tocar música, y entonces la frase tiene como un doble sentido. En español sería algo como: “Tú debes tocar (jugar con) el clarinete. ¡No dejes que el clarinete juegue contigo!”
Vos sos el que maneja el instrumento, y no al contrario. Ahora bien, el control del instrumento no se logra con fuerza. Más bien la fuerza por sí sola puede causar muchos problemas y lograr lo contrario de lo que deseamos.
Esto nos dirige al segundo punto que tocamos.
2. Tres claves para el éxito
Con toda seguridad, hay muchos secretos para alcanzar el éxito, y saber los pasos a seguir es más como una receta personal. Hay cosas que funcionan y nos acercan a la meta, y otras no lo hacen. Debemos descubrirlas, y quedarnos únicamente con las que contribuyen al objetivo final.
Lo que es seguro, es que tarde o temprano tendremos que confrontar y manejar cosas que nos van a provocar mucha incomodidad. Para poner un ejemplo de la receta personal, pensemos en dos personas. Una siente que se muere cada vez que tiene que levantarse temprano, y la otra siente que se muere cada vez que tiene que hablar con algún desconocido. Llegará el momento que ambos tendrán que confrontar seriamente sus “moribundeces” si realmente quieren llegar lejos.
Ahora bien, durante el taller hablamos de tres que aplican especialmente a la práctica instrumental, y que son más o menos comunes para todos:
Paciencia
Yo soy el primero en reconocer que, cuando me enfrento a una pieza nueva, especialmente si me gusta mucho, deseara poder tocarla de una vez. Esto simplemente no es real.
Practicar y tocar no son lo mismo. Practicar lleva implícito el concepto de repetir los pasajes (fragmentos cortos, de apenas unos cuantos compases) una y otra vez, consciente y lentamente, haciendo de cuenta que cada repetición fuese la primera vez que nos enfrentamos a ese pasaje; por otro lado, tocar se refiere a la ejecución: tocar la pieza, o un fragmento más extenso, de principio a fin, sin parar y sin importar lo que pase. En ambas actividades debemos adquirir destreza, pero si lo ponemos en relación, mi recomendación sería ejecutar el fragmento completo una vez, después de que hemos repetido cada pasaje de ese fragmento unas 15 ó 20 veces sin equivocaciones. Si seguimos este proceso, y conforme sea más alto nuestro nivel en el instrumento, sin duda tardaremos meses trabajando en una pieza, como un concierto para solista.
¿Ya podemos ver porqué es necesaria la paciencia (de santo) para tener buenos resultados? Paciencia significa “capacidad de sufrir y tolerar adversidades o cosas molestas u ofensivas, con fortaleza, sin quejarse ni rebelarse”; Y no solo paciencia, sino también disciplina, esa cualidad que implica hacer lo que se debe hacer, sin consideración por nada más. Se trata de persistir en el curso necesario, el tiempo que sea necesario y manejando todas las cosas molestas, hasta que alcancemos nuestra meta (volvemos al punto 1, ¿verdad?).
La parte buena de esto es que el resultado llegará (en serio, ¡siempre llega!), y el tiempo invertido dará frutos toda la vida: al aprendernos una pieza así no se nos olvidará nunca.
Tip: ¿qué tan lento es lo correcto? No existe una velocidad estándar en el metrónomo, y una vez más hay que encontrar la receta personal. El parámetro debe ser: tan lento que tenga certeza de que, aunque repita el pasaje 30, 50 ó 100 veces, no me voy a equivocar. Si puse el metrónomo lento, y aún así me equivoqué mientras tocaba, eso siempre significa que empecé a una velocidad demasiado alta.
Constancia
La gota no hace el hueco en la roca porque tiene fuerza, sino porque es constante. Está ahí día y noche, y persiste. Ahora, la gota no lo hace conscientemente, pero ilustra una regla básica de la naturaleza. Hay que estar ahí día a día, con disciplina, y eventualmente alcanzaremos los resultados que establecimos como nuestra meta.
La práctica de un instrumento se trata de ir construyendo conexiones a nivel físico, de coordinación finísima, para que los movimientos se conviertan en un asunto de segunda naturaleza, y muchas veces tener “racionalizados” esos movimientos no sirve de mucho. A pesar de que, con el crecimiento físico e intelectual del ser humano, se espera que resuelva sus problemas pensando, la verdad es que hay cosas que no dejamos de aprenderlas como cuando éramos niños, y requiere una repetición constante, día a día y a cada rato.
¿Han visto cómo aprende a caminar un niño? ¿Recuerdan cuando estaban aprendiendo a andar en bicicleta? ¿Se imaginan que, cuando estábamos aprendiendo a montar la bici, hubiéramos practicado mucho un día, y después la hubiéramos guardado por 3 o 4? Tal vez esa fue la realidad de algunos de nosotros, y por eso nos tomó más tiempo poder hacerlo. Aprender un instrumento musical y dominarlo con maestría no es diferente, y entre más constantes seamos, más pronto conseguiremos los resultados.
Tip: lo más recomendable es hacer una rutina de estudio que tenga varios ejercicios para atacar el mismo aspecto técnico. Por ejemplo: la práctica de notas largas. Pensá en hacerte 3 ó 4 rutinas de notas largas diferentes, y las alternás de un día para el otro. Así practicás siempre lo mismo, pero sin que se convierta en algo automático. Conforme vayás adquiriendo más confianza, podés inventarte variaciones de los ejercicios que vos mism@ hagás, o de los ejercicios que te asigne el profe.
Consistencia
La consistencia es la cualidad de las cosas que son constantes en cualquier circunstancia. Según el diccionario, define lo que es estable, coherente, y no desaparece fácilmente.
Aquí volvemos a lo comenté más arriba, cuando hablaba de la paciencia. Se trata de lograr que cada vez que practicamos un pasaje (y por ende, cuando tocamos la pieza para nuestro profesor, en un concierto, o por nuestra cuenta), siempre tengamos el mismo resultado. No funciona mucho si tocamos algo, y a veces sí nos sale y otras veces medio logramos llegar al final, y en ocasiones ni siquiera logramos seguir adelante. Imaginemos una pastelería, cuyos productos un día saben delicioso y al siguiente no tienen sabor. ¿Compraríamos regularmente en ese sitio?
De hecho, cuando ya estamos tocando, la preocupación por que las cosas lleguen a buen término no ayuda mucho, y más bien puede convertirse en un obstáculo. La consistencia también se practica, desde las repeticiones a velocidades más bajas, y debemos esforzarnos porque cada repetición sea igual a la anterior.
Por cierto, la parte expresiva de la música debe estar siempre presente. No es bueno practicar las notas hasta que salga todo el pasaje, y después intentar hacer los matices, cambios de color en el sonido, sutilezas en la articulación, y cada detalle que queremos imprimir en nuestra interpretación. Eso debe incorporarse en cada repetición para que llegue a aprenderse, como un todo integral y coherente, para que no desaparezca en el momento en el que haya algo que nos distraiga, como la persona que tose en medio concierto, o el flash de cualquier cámara. Si somos consistentes, nuestra ejecución ganará en certeza y seguridad, y realmente transmitiremos el mensaje que el compositor, con ayuda del intérprete, quiso hacer llegar al público. La comunicación ganará fuerza, y producirá un impacto emocional mayor.
Tip: uno de los mejores hábitos que podemos desarrollar, y uno de los más ingratos (lo reconozco), es grabarnos durante la práctica. La grabadora no miente, y nos va a permitir escuchar exactamente lo que estamos haciendo, es como un control de calidad. Por un lado, podremos reconocer detalles que creíamos que estábamos haciendo, pero se nos han escapado, y por el otro, vamos a poder comparar las diferentes repeticiones y analizarlas, de manera que apreciemos si el producto es consistente o no. Digamos que nos proponemos hacer una serie de 20 repeticiones de un pasaje – buenas repeticiones, no simplemente repetir por repetir –, mi recomendación es grabar la quinta repetición, la duodécima, y la última, y luego escuchar las 3 versiones y compararlas. No es fácil, pero los beneficios serán enormes.
3. Héroes musicales
¿Recuerdan cuando éramos niños (o de pronto no tan niños), y teníamos personas a las que imitábamos? Las admirábamos y queríamos ser iguales a ellas, por su capacidad o su talento, sus valores, su apariencia, o por su fuerza física y mental para seguir adelante, a pesar de los obstáculos que enfrentaban.
Pues bien, ¿cuántos de nosotros tenemos héroes musicales? ¿Sabemos quiénes son los máximos exponentes de nuestro instrumento y de los estilos musicales que nos gustan?
Escuchar y aprender buenas referencias de interpretación es un paso fundamental para desarrollar nuestra propia imaginación (volvemos al punto 1), y establecer las metas a las que queremos llegar nosotros mismos. Es parte de la formación musical y técnica, porque esos sonidos que vamos recopilando en nuestra memoria, como si fueran cuadros sonoros que podemos “ver”, aunque no los tengamos directamente al frente, se convierten en la “biblioteca” a la cual podemos recurrir para solucionar los problemas musicales a los que nos enfrentamos todos los días. Es nuestro material de consulta.
Hoy en día no hay excusa. Con internet y todas las posibilidades que nos ofrece para escuchar y observar a grandes intérpretes, nuestro horizonte puede ampliarse sin límites. Una de las grandes razones por las que me convertí en clarinetista es porque hace muchos años llegó a mis manos un cassette con una grabación del Concierto de Mozart. Aún no he conocido un clarinetista que oiga esa obra, y no le den ganas de llegar a tocarla. Esta grabación era de un señor que se llamó Alfred Prinz, y de inmediato se convirtió en una de esas referencias de las que hablaba antes. He escuchado muchas versiones, pero esa tiene un significado especial. Muchos años después de ese primer contacto con la pieza y la grabación, tuve la oportunidad de darle la mano al Sr. Prinz y de pedir su autógrafo, y no tengo palabras para decirles la admiración que sentí, y sigo sintiendo, por esa persona. Han sido muchísimas veces las que he intentado imitar la belleza de su sonido, y la aparente sencillez con la que logró ejecutar una obra tan importante para todos los clarinetistas.
Por cierto, la imitación de grandes intérpretes y maestros no tiene nada de malo. De hecho, es un paso fundamental en la exploración a la que nos debemos someter los ejecutantes de cualquier instrumento durante el camino hacia alcanzar una voz propia. Algunas de las primeras obras de Beethoven tienen un enorme parecido al estilo de Haydn, y no se puede negar que, al llegar a su madurez, el maestro del Romanticismo logró llegar a un estilo propio, único, construido, eso sí, sobre las bases que aprendió en su juventud.
Y ustedes, ¿ya tienen sus héroes musicales? ¿Tenemos ese ideal que queremos alcanzar? Si no lo tienen aún, vayan buscándolo o buscándola. Su profe, o algún músico con un poco más de experiencia, con seguridad les puede ayudar a encontrarlos. Tal vez, algún día puedan conocerlo y estrechar su mano…
Para terminar, los dejo con otro de mis grandes héroes musicales. Es Benny Goodman, con una pieza que de verdad es una obra de arte desde la ejecución de la música hasta la animación, que es de una época en que se hacían a mano, dibujando uno a uno los cuadros (¡más o menos 24 dibujos diferente por segundo!). Espero que lo disfruten, y no dejen de mandarme sus comentarios.
¡A seguir practicando y llenando el mundo de alegría!